Autopercepción del empoderamiento en mujeres yucatecas*

 

Self-perception of empowerment in Yucatecan women*

 

Autopercepção do empoderamento nas mulheres yucatecas*

 

 

 

Kyri Rebeca Vences Solís**

Juan Pablo Bolio Ortiz ***

Héctor Joaquín Bolio Ortiz ****

 

Universidad Autónoma de Yucatán

Universidad Nacional Autónoma de México

Servicio Profesional Electoral INE

 

Universidad Militar Nueva Granada

Universidad Internacional de La Rioja

 


Fecha de recepción del artículo: 28 de Septiembre de 2017

Fecha de aceptación del artículo: 21 de Diciembre de 2017

DOI: http://dx.doi.org/10.22335/rlct.v10i1.508

 

*El artículo es inscribe como resultado del trabajo de investigación en Línea de investigación en género y psicoanálisis: Narrativas y Autopercepción del empoderamiento en mujeres yucatecas” Consejo Nacional de Ciencia y tecnología CONACYT

** Doctoranda en Ciencias Sociales, Universidad Autónoma de Yucatán. Maestra en Psicología Clínica infantil por la Universidad Popular Autónoma de Puebla. Filiación: Universidad Autónoma de Yucatán. Correo electrónico: rebeca.vences@gmail.com. orcid: https://orcid.org/0000-0002-9827-9788

*** Doctor en Historia CIESAS, Maestro en Historia y Licenciado en Derecho, Filiación: Adscrito al Servicio Profesional Electoral INE, modalidad OPLE. Correo electrónico: boliomania1@hotmail.com.  Orcid: https://orcid.org/0000-0001-6868-5585

**** Doctorando en Ciencias Sociales por la UADY, Maestro en Trabajo Social UNAM, Licenciado en Derecho UADY, adscrito al Servicio Profesional Electoral INE, modalidad OPLE.  Filiación: Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: boliojuridic@hotmail.com  Orcid: https://orcid.org/0000-0001-7756-8858

 

Resumen

El artículo aborda la historia de vida de cinco mujeres que se auto adscriben como empoderadas, cualidad que se originó en su vida privada pero tuvo repercusión en la amplia trayectoria que cada una de ellas tiene en su actividad económica preponderante. Se utilizaron tres técnicas: grupo focal, autobiografía y entrevista a profundidad y se aborda desde el método biográfico narrativo.

Las experiencias, construcciones y significantes de quienes participaron en la investigación ponen de manifiesto que el empoderamiento de la mujer es un largo proceso que requiere reflexiones cotidianas, decisiones, emancipación y la firme determinación de mantenerse en el camino elegido

 

Palabras clave: Empoderamiento de la mujer, historia de vida, narrativa

 

Abstract

This paper discusses the life story of five women who recognize themselves as empowered , a quality originated in their private life but with an impact on the wide path that each one has in its main economic activity. Three techniques were used: focus group, autobiography and depth interview, and approached from the narrative biographical method.

Experiences, constructions and significant of those involved in the investigation show that empowerment of women is a long process that requires daily reflections , decisions, emancipation and a strong determination to stay on the path chosen.

Keywords: Women empowerment, life story, narrative.

 

Resumo

Este artigo aborda a história da vida de cinco mulheres que se descrevem como auto-habilitadas, uma qualidade que se originou em sua vida privada, mas teve um impacto na ampla trajetória que cada uma delas tem em sua atividade econômica preponderante. Foram utilizadas três técnicas: grupo focal, autobiografia e entrevista em profundidade e é abordado a partir do método biográfico narrativo.

As experiências, construções e significantes daqueles que participaram da pesquisa mostram que o empoderamento das mulheres é um processo longo que exige reflexões diárias, decisões, emancipação e a firme determinação de permanecer no caminho escolhido

Palavras-chave: Empoderamento das mulheres, história da vida, narrativa.

 

Introducción

En este artículo se presentan las narraciones de cinco mujeres yucatecas que se autoadscriben como empoderadas y que cuentan con una larga trayectoria en el ámbito de su actividad económica preponderante, que las ha llevado a ser reconocidas con dicha característica a nivel estatal, nacional e internacional. A lo largo del documento emergen aspectos personales que las individualizan y que les permiten hacer un análisis retrospectivo de su historia de vida y de los aspectos que ellas consideran, fueron determinantes para lograr su actual condición.

La narrativa expuesta en diversos trabajos (Bolívar & Domingo, 2006); (Bolívar A. , 2002); y (Conelly & Clandinin, 1990) ha demostrado ser una forma de acercarse al conocimiento desde un espacio privilegiado en donde los protagonistas son, a la vez, los transmisores e intérpretes de la información mediante la articulación de su realidad con el entorno en el que vivían y al mismo tiempo, la forma en que el tiempo, la experiencia, la formación personal e incluso el olvido, modifican ciertos aspectos hasta darles una construcción única, irrepetible, tal como menciona Herrera (2015, pág. 151) “además de ser una condición de la existencia humana, el narrar se configura en una posibilidad para comprendernos en la complejidad del devenir de lo social en el tiempo”.

El abordaje que se le ha dado a los estudios sobre el empoderamiento ha sido principalmente con un enfoque teórico, a partir de la forma en que se construyen y deconstruyen los elementos que desde la estructura hegemónica han establecido las formas de interacción de las mujeres y su acceso al empoderamiento; o bien, las formas en que como espectador, se perciben las maneras de actuar en temas específicos como parte de investigaciones que buscan conocer aspectos puntuales en temas de desarrollo social (Pietilä-Litendahl, 2014); (Quesada, 2014); y (Vázquez-Luna, Mortera, Rodríguez-Orozco, Martínez, & Velásquez, 2013), desarrollo económico (Garikipati, 2012); (Prasad, 2013); y (García, 2013), violencia (Donoso-Vázquez, 2013); (Lockett & Sala, 2013) y (Vyas & Watts, 2009), entre otros, en donde el empoderamiento se ve sólo como parte del tema de cada estudio. Lo inédito de este documento radica en que el tema en sí mismo es abordado desde las narraciones de sus propias protagonistas, la forma en que ellas dejaron a un lado los temas que normalmente abordan en su vida pública para lanzarse a una introspección de su vida privada, les permitió reflexionar en las experiencias y construcciones vividas hasta erigirse en ellas mismas: mujeres sensibles, fuertes y con un inflexible deseo de lograr sus objetivos personales y profesionales.

 

El enfoque de esta investigación es el cualitativo, que para Edgar Morín, citado por Martínez (2004, pág. 38), puede ser definido como un principio de distintas relaciones que determinan y controlan el pensamiento en una comunidad científica, priorizando la cualidad y profundidad de la investigación sobre otra cosa. Por su parte Montero (2001, pág. 2), apunta que la noción de paradigma se centra en tres dimensiones: Ontología, epistemología y metodología. Durkheim, quien recupera las ideas positivistas de Comte,  (1987) expone que para que se pueda investigar la realidad social, tenemos que verla como hechos sociales, esto es porque la realidad social hay que estudiarla como si fueran cosas, el científico social tiene que quitarse todos los prejuicios, para poder hacer análisis objetivo. 

La investigación siguió un método biográfico narrativo ligado a la perspectiva fenomenológica, “se trata de otorgar toda su relevancia a la dimensión discursiva de la individualidad, a los modos como los humanos vivencian y dan significado a su mundo mediante el lenguaje” (Bolívar A. , 2002, pág. 560). Tal como (Bolívar & Domingo, 2006, pág. 3) mencionaron “según el dictum feminista ‘lo personal es político’, reivindicar la dimensión personal del de la vida, lejos de ser un posible neorromanticismo o una ‘política expresivista’, puede ser uno de los posibles modos de incidir políticamente”, es por ello que se consideró fundamental retomar la historia de vida de las mujeres que han logrado empoderarse, el contexto en que lo han logrado y lo que esto ha significado para ellas, con la finalidad de conocer su propia perspectiva, respetar su historia y analizarla desde su propio contexto.

Se partió de un enfoque cualitativo, a partir de la postura ideológica del interaccionismo simbólico ligada al método etnográfico y al comparativo, utilizando diversas técnicas de investigación, entre ellas la observación participante, entrevistas, historias de vida, entre otras. El interaccionismo simbólico nos interesa en su desarrollo desde la mirada de la antropología, uno de los puntos de apalancamiento es el concepto de cultura, el cual se despliega en un sentido más extendido y ya no como sinónimo de alta cultura. El concepto de cultura se aleja cada día más de la percepción de que los humanos tenían ideas idénticas y similares. Clifford Gertz desde la escuela de Chicago fue determinante en la revolución cultural, el autor pensaba que para entender cada sociedad, esta debía ser estudiada desde sus peculiaridades, es decir a partir de símbolos, entendiendo por cultura un patrón históricamente transmitido de significados encarnados en símbolos, un sistema de concepciones heredadas expresadas en formas simbólicas mediante las cuales los hombres se comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento de vida y sus actitudes hacia ella (Burke, 2006, pág. 54).

En esta línea uno de los conceptos nodales para entender los significados de los actores sociales es el de habitus entendido como “los condicionamientos asociados a una clase particular de condiciones, es decir sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes”. Es decir, aquellas conductas generadoras de prácticas y representaciones que se adaptan a su meta, sin suponer el propósito consciente de ciertos fines, en este caso los habitus o prácticas de justicia se condicionan tanto por elementos objetivos como las leyes, y los elementos subjetivos como el ejercicio propio del derecho, que se ven incididas por el rol del hombre, de la mujer, del campesino, de la comunidad  y relaciones con las instituciones como los jueces de paz, iglesia, escuelas, etcétera (Bourdieu P. , 2008, pág. 86).

En la misma línea, se adujo, que el habitus se fundó en la historia y prácticas pasadas, son las características de una sociedad reproducida en prácticas sociales y estructuras a partir de la percepción, como las relaciones familiares, división del trabajo por sexo, modalidades de consumo, relaciones con parientes, etc. (Bourdieu P. , 2008, pág. 88).

Las participantes son cinco mujeres que al momento de realizar el trabajo de campo tenían entre 61 y 68 años de edad y una de 43, dos estaban casadas, dos se habían divorciado en una ocasión y una se divorció en dos ocasiones; su nivel de escolaridad era una licenciatura, dos maestría y dos doctorado, todas son mamás de 2, 3 y 4 hijos y su actividad económica preponderante era una empleada, dos empresarias, una investigadora y una política.

 

Acercamiento teórico al concepto de empoderamiento

La relevancia del concepto de empoderamiento se dio principalmente a partir de la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, organizada por la ONU y realizada en 1995 en Beijing, China, en donde los gobiernos de los países participantes adoptaron compromisos de inclusión de la mujer, búsqueda de superar la inequidad, disminución de la violencia, entre otros puntos. Desde entonces se han obtenido avances en términos de educación, participación, representación, designación de recursos, que han evidenciado que el trabajo de las mujeres permite cumplir los objetivos planteados. Sin embargo, dicho avance también ha puesto en evidencia aspectos que deben revisarse desde perspectivas diferentes, de tal forma que se logre un empoderamiento real de la mujer, que le permita seguir construyendo una realidad diferente y que no sea utilizado como una herramienta del neoliberalismo para establecer una nueva forma de cosificación de la mujer, en beneficio del sistema patriarcal.

Otro de los puntos fue que si bien, la lucha colectiva de las mujeres ha permitido un gran avance en la búsqueda de la equidad, se debe realizar un trabajo aún más intenso y profundo en el hogar, a fin de que la reproducción de las conductas que promueven la inequidad de género, sea reducida en el seno mismo en que actualmente es promovido, lo que dará paso a una transformación de la vida familiar.

El concepto de empoderamiento dentro de la teoría feminista no fue considerado en su origen, sino hasta mediados de la década de 1980. Previamente, en la llamada primera ola del feminismo no se concebía el uso del concepto de poder debido a que las investigadoras consideraban que era un aspecto en contra del cual se debía luchar, “sólo existía el poder sobre, ello llevó a no reconocer las relaciones de poder dentro del movimiento [feminista] y a entender la posición de las mujeres en la sociedad sobre todo como de víctimas, carentes de poder” (León, 2001, pág. 8).

Las ideas de dos grandes pensadores, Paulo Freire y Michel Foucault, fueron las que motivaron la modificación de la percepción de las mujeres con respecto al ejercicio del poder, sus concepciones fueron retomadas para elaborar su propuesta como una forma de hacer frente a las condiciones de opresión que ellas vivían. Una de las razones por las cuales las mujeres no concebían el uso del concepto de poder dentro de su ideología, era el saberse oprimidas, así lo más congruente era que lucharan en contra de lo que las hacía sentir de tal manera.

A partir de ello, se buscó una perspectiva de poder más incluyente, lo que permitió que las teóricas feministas incorporaran su uso y poco a poco fuera tomando fuerza hasta convertirse en un concepto fundamental en el lenguaje de los investigadores en ciencias sociales, y no sólo cuando está relacionado con las mujeres, sino dentro de planteamientos referidos al desarrollo, la búsqueda de la equidad y de las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Autoras como León (2001); Kishor citado por Casique (2010); Chuler citado por León (1999) y Batliwala (1994) han establecido diferentes acepciones del concepto de empoderamiento y coinciden en ciertos aspectos que pueden resumirse de la siguiente manera: empoderamiento consiste en definir agendas propias y tomar decisiones informadas, que permitan proporcionar a las mujeres acceso y control sobre los recursos necesarios para incrementar la capacidad de configurar sus propias vidas, participar en sus entornos sociales y transformar las estructuras que construyen la discriminación por género y la desigualdad social, con lo que se puede evolucionar hacia un nuevo entendimiento del poder y experimentar con alternativas que permitan democratizarlo y compartirlo. En este sentido, cuando las mujeres realizan actividades que las empoderan, los roles de género se van modificando hasta llegar al punto en que ambos, hombres y mujeres tienen la posibilidad de compartir responsabilidades en todos los aspectos de la vida.

Narraciones, construcciones y experiencias.

Para la obtención de la información trabajamos con tres técnicas diferentes: grupo focal, autobiografías y entrevistas a profundidad. A continuación presentaremos fragmentos de las historias de Diana, Jessica, Karla, Lucía y Tamara, cinco mujeres que nos prestaron sus historias y sus voces para acercarnos al proceso de empoderamiento que cada una de ellas vivió a partir de las experiencias, decisiones, dolores y logros, y quienes solicitaron guardar absoluta discreción sobre su identidad. Las participantes en esta investigación tienen como elemento homogeneizador que se autoadscriben como empoderadas y que en Yucatán y fuera de la entidad, son reconocidas por esa característica. Todas ellas pertenecen a un nivel socioeconómico medio alto y alto pero sus orígenes fueron diferentes: una vivió pobreza, tres vivieron en nivel medio desde su origen y una, nivel alto.

Al hablar de ellas mismas en el grupo focal, las historias de sus vidas parecían emerger con un interés por recordar y compartir anécdotas que tenían muchos años guardadas en su memoria, en donde la percepción de identidad y de pertenencia a un grupo de mujeres en donde se conocieron o reconocieron como pares, les permitió sentirse cómodas y entrar de lleno al tema: su vida personal y las experiencias que han vivido en su camino al empoderamiento, mismo que alcanzaron sin que en ningún caso fuera una meta, sino que se presentó de forma natural, a partir de las decisiones que han tomado y de su actividad profesional y económica preponderante. La actitud descrita continuó en las autobiografías y entrevistas a profundidad.

Significantes y experiencias de Diana

Para Diana el empoderamiento ha sido un proceso personal pero al mismo tiempo, de elaboración teórica e histórica, un caminar en donde desde su juventud se planteaba la posibilidad de hacer cosas distintas a las que estaban socialmente establecidas y que le fueron inculcadas desde que era una niña, como el sueño de su abuela, que consistía en que se casara con un médico y que fuera una buena ama de casa. Contrario a ello, Diana decidió buscar su propio camino siguiendo los lineamientos trazados por su padre, hombre fuerte, macho y autoritario, a quien siempre le debió una obediencia absoluta. Mucho tiempo después, a partir de su formación personal y profesional, logró investir de teoría los actos que de forma empírica llevó a cabo durante su juventud, tal como gran parte de la producción teórica feminista de la época de finales de 1960, se puede decir que ella fue una de las mujeres de las que hablaba Simone De Beauvoir (1989, pág. 11) al escribir:

Las mujeres de hoy están en camino de destronar el mito de la femineidad; comienzan a afirmar concretamente su independencia, pero sólo con un gran esfuerzo logran vivir integralmente su condición de ser humano. Educadas por otras mujeres en medio de un mundo femenino, su destino normal es el matrimonio, que las subordina prácticamente al hombre.

Beauvoir establece la dificultad de las primeras generaciones de mujeres que modificaron su destino mediante la toma de decisiones que iban en contra del poder hegemónico, quienes fueron allanando el camino y sembrando posibilidades que otras mujeres hemos recorrido; encontrando cada vez un camino menos árido, que nos permite transitar hacia la posibilidad de equidad y de oportunidades que son alcanzables, debido a que legalmente están establecidas, aunque no siempre se cuenta con las condiciones establecidas para acceder a ellas.

Las experiencias vividas por Diana la obligaron a hacerse cargo de su familia poco después de casarse, fuera de su entidad de origen y con la decisión de no regresar a la casa paterna para poder estar cerca de donde estaba su marido -quien en ese tiempo no podía hacerse cargo de su familia-, la llevaron a darse cuenta de que tenía capacidad para tomar las decisiones que posteriormente, le permitieron tener una carrera política muy importante, en sus propias palabras “el empoderamiento consiste en saberse capaz de abrir una puerta y traspasar su dintel hacia un mundo donde puedo tomar decisiones por mí misma. Una vez traspasado ese límite, es difícil volver al estado anterior”.

Tal como menciona Sen (2000, pág. 350), “la perspectiva de la capacidad humana centra la atención… en la capacidad –la libertad fundamental- de los individuos para vivir la vida que tienen razones para valorar y para aumentar las opciones reales entre las que pueden elegir”. La dificultad de volver al estado anterior considero que se debe a la búsqueda de mantenerse en crecimiento, de no regresar a una etapa previa, sino examinar, parafraseando a Lacan, la causa de deseo, que en este caso es el ejercicio de la libertad “la razón para que la sociedad apoye socialmente la expansión de la libertad de los individuos puede considerarse un argumento a favor de la responsabilidad individual. La relación entre la libertad y la responsabilidad es de doble sentido” (Sen, 2000, pág. 340). Dicha relación es muy clara en el caso de Diana, para quien su proceso de empoderamiento ha sido un ejercicio de la libertad personal, una forma de autodeterminación sin tener la restricción de la dependencia económica o afectiva que la haya forzado a actuar de una manera distinta a como ella considera adecuada. Para ella no basta la independencia económica de la mujer, el complemento es ser capaz de hacer las cosas por sí misma, porque quiere, porque le gusta, no sólo por la obligación de hacerlo, lo que establece una diferencia fundamental entre ella y las mujeres de su generación, debido a que en ese tiempo el papel de las mujeres en el matrimonio y la familia era el fundamental, al que se supeditaba todo lo demás. Ella vivió circunstancias que la llevaron por caminos distintos.

Al parecer, esas condiciones tuvieron un elemento adicional: su determinación, debido a que pudo tomar otro camino, el más convencional, que la hubiera llevado a lo señalado por Lipovetsky (1999, pág. 193) “al no existir por sí misma, a la esposa-madre-ama de casa no se le considera un individuo abstracto, autónomo, que se pertenece a sí mismo”. Sin embargo, decidió seguir por un camino incierto que la llevó a desarrollarse en el ámbito político, con espacios de ejercicio del poder, de toma de decisiones que repercutieron en muchas personas y también, momentos en donde su actividad la ha llevado a lugares menos expuestos de la opinión pública, aspectos que le han generado la percepción de responsabilidad, aún por encima de ser quien en su momento, ejercía el poder, “el discurso es una serie de elementos que operan dentro del mecanismo general del poder… hay que considerar el discurso como una serie de acontecimientos, acontecimientos políticos, a través de los cuales el poder se transmite y se orienta” (Foucault, 1981, pág. 1).

En una reflexión final, Diana señala que ser y percibirse como empoderada “no es una condición que se dé de una sola vez y para siempre… los cambios… pueden hacer tambalear esa sensación de poder conducir mi propia vida, pero… en la medida en que sea receptiva a los cambios, que aproveche las nuevas circunstancias y principalmente, que no deje de sorprenderme y preguntarme los por qué de los acontecimientos, tendré la posibilidad de conservar la fuente del empoderamiento, que no es otra que la percepción de libertad”.

 

Significantes y experiencias de Jessica

Para Jessica el empoderamiento es la capacidad de guiar su vida en los aspectos más importantes, de sentirse viva, de tener responsabilidades. Su historia de vida profesional la desarrolló en el área educativa, en donde siendo una mujer investigadora tuvo que enfrentar al poder hegemónico encabezado por su exmarido, quien a partir de su divorcio hizo todo lo que tuvo a su alcance para violentarla desde la cúpula que el poder institucional le otorgaba. Vivió episodios de descalificación y minimización de sus actividades por la simple razón de ser mujer y de haberse atrevido a desafiar a su marido al plantearle el divorcio, tal como menciona Lagarde (1993, pág. 50):

La transgresión social es un espacio privilegiado para el análisis de las normas y de la vida social. En el caso de las mujeres, definidas genéricamente por la obediencia, la transgresión adquiere una doble significación metodológica: define los hechos de poder que socialmente traspasan las mujeres y permite evaluarlos en torno a la construcción de su autonomía.

Tiempo después entendió que la construcción de género de quienes ocupaban los puestos directivos era la piedra angular de la lucha que cotidianamente enfrentó durante todos los años que laboró en esa institución. Todas estas situaciones la hicieron más fuerte, ella vivió en carne propia que “la época de la mujer sujeto conjuga discontinuidad y continuidad, determinismo e impredictibilidad, igualdad y diferencia; la tercera mujer ha conseguido reconciliar a la mujer radicalmente nueva y a la mujer siempre repetida” (Lipovetsky, 1999, pág. 12).

La vida que Jessica eligió vivir le permitió abordar aspectos personales en lo profesional y viceversa, ya que su preocupación por la condición de la mujer siempre estuvo presente y su cuestionamiento, previo a obtener información teórica sobre el feminismo, se basó en la forma en que vivió sus primeros años de vida en el seno familiar: en una forma de concebir el trato hacia la mujer a partir del respeto, en contraparte con lo que vivió en sus relaciones de pareja y a la realidad que se encontró en su trabajo de campo. Todo ello la hizo cuestionarse sobre su condición de empoderamiento:

“Uno (sic) termina preguntándose si es mejor ser una mujer que vive protegida entre comillas, que cuentes con todo, que te apoyen para todo, que no tengas que enfrentar las adversidades de ser autosuficiente y pretender tener un proyecto propio, a ser una mujer cobijada… de repente sí hay momentos en que uno se cansa de estar sosteniéndose en un ritmo de vida… defendiendo una posición”.

Esto la hace preguntarse sobre la condición de la mujer, sobre la importancia que tienen las mujeres para los hombres, como escribió Woolf (2000, pág. 34) “Por eso Napoleón y Mussolini insisten con tanto énfasis en la inferioridad de las mujeres, porque si ellas no fueran inferiores, ellos no serían superiores… explica lo nervioso que éstos se ponen bajo la crítica de aquellas”, pero sobre todo, Jessica se cuestiona sobre si podría tomar un papel convencional, de no levantar la voz, de renunciar a su postura política y ella misma responde que nunca se ha arrepentido, siempre termina retomando que las mujeres que, como ella, tienen la oportunidad de posicionarse de esa manera, abren brecha para otras generaciones de mujeres, situación que asume como un compromiso tácito al ejercer su profesión.

“Yo me he salido del patrón social de comportamiento de las mujeres en Yucatán… la diferencia fundamental es el posicionamiento en el trabajo, el poder decidir que uno tiene derecho a hablar, a argumentar, a defender lo que uno piensa, a ponerlo sobre la mesa de discusión porque quieres realmente tener una interlocución, una retroalimentación realmente de las cosas y de las ideas que tú tienes… el comprender e introyectar la categoría de género implica realmente una revisión de la existencia misma y creo que esa revisión, muchas mujeres no la hacen realmente, o sea, viven la teoría y realmente son admirables cuando hacen los planteamientos y defienden… realmente las conocí y yo las admiré profundamente, pero sobre la marcha, en las prácticas sociales, cuando yo veo que en un lado se queda la teoría y en otro no se aplica la teoría a la vida diaria, pues entonces hay como una escisión, hay una contradicción existencial entre lo que dice ser y en lo que realmente es”.

 

La imposibilidad de plantear las ideas propias y ponerlas a debate atraviesa al individuo, sobre todo en cuanto a que su decir es puesto en tela de juicio con respecto a su hacer, esa es una de las razones por las cuales Castoriadis (1989, pág. 11) señala que no ha habido “preocupación por saber qué quiere decir hacer, cuál es el ser del hacer y qué es lo que el hacer hace ser, debido a la obsesión… por [lo] relativo a qué es hacer bien y qué hacer mal”. Valga decir, desde la óptica de quienes representan el poder, quienes por supuesto, no desean ser cuestionados, tal como Jessica proponía, con una discusión de frente, abierta y con posibilidades de inferir en la población, en la búsqueda por mejorar las condiciones de vida de quienes menos tienen.

La misma perspectiva la llevó al terreno personal, en donde en todo momento tiene la necesidad de establecer una vinculación entre el individuo per se y no por la relación que pueda tener con alguien más o como una forma acomodaticia que utilizan algunas mujeres para ser consideradas por un hombre para salir adelante, aspectos que asegura, tienen costos importantes, como la cosificación y la discriminación de la mujer, cuyo reconocimiento “contribuye a desarticular las causas que llevan a la desigualdad sexual entre mujeres y hombres y favorece la distribución de la riqueza y del poder para construir una sociedad con principios autónomos, democráticos, equitativos y respetuosos” (Zamudio, Núñez, & Gómez, 2010, pág. 134). En la medida en que las mujeres establezcan la equidad de género no sólo en el discurso, sino en la acción, se logrará un avance real.

Significantes y experiencias de Karla

La historia de Karla tuvo un quiebre que ella no esperaba y que se vio obligada a enfrentar con mucho dolor pero con la convicción de que no volvería a pasar por una situación similar. A los diez años de matrimonio, siendo ama de casa con tres hijos pequeños, su esposo los abandona dejándolos sin casa, sin ingresos y con las pocas pertenencias que pudo subir en un auto compacto que estaba a nombre de su esposo.

“De repente estaba manejando de noche sola con el amontonamiento de cosas en un coche que además yo sentía que no era mío, él me hizo sentir que no era mío, que me lo estaba robando y dije no, esto no puede pasar. Me sentí sola, sola, sola y dije no, no me vuelve a pasar, porque sé que al final estamos solos en la vida, uno tiene que resolver sus propias cosas, no lo puede resolver el vecino, la mamá o el papá, uno tiene que resolverlo”.

Previo a ese momento, ella estaba en su papel autoasignado de ama de casa, según el modelo de familia patriarcal en donde “los hijos se hallan subordinados a su padre, y la mujer a su marido, a quien otorgan respeto y obediencia” (Jelin, 1998, pág. 26), el momento decisivo fue a partir de una situación exógena y ella se ve forzada a buscar opciones que le permitan hacerse cargo de sí misma y de su familia, ella no buscó emanciparse, su situación cambió radicalmente y ella decidió tomar las riendas de su vida.

Karla se empezó a dar cuenta de su empoderamiento a partir de los otros, cuando empezó a ser reconocida por su trabajo y los resultados que estaban teniendo en la elaboración de programas que impactaban tanto en el ámbito laboral como en la vida de las personas a quienes se dirigían los programas que ella diseñó y que aún están en marcha. Es en ese momento cuando logra visualizar las primeras contribuciones en personas que lograron tener un avance sustantivo, empieza a ser vista por personas con niveles jerárquicos superiores, lo que hace que ella se dé cuenta de la trascendencia de sus propuestas, esta aseveración remite a la teoría desarrollada por Lacan (2007, pág. 89) “la función del estadio del espejo se nos revela entonces como un caso particular de la función de la imago, que es establecer una relación del organismo con su realidad”. Dicha imagen representa la percepción que ella tenía de quienes reconocieron su trabajo, lo cual es recibido con asombro y elaborado como una posibilidad de crecimiento personal y laboral.

Esa situación le permitió acceder a diferentes cargos dentro de la estructura gubernamental y darse cuenta de la inequidad que se vive en un espacio en donde la mayoría de quienes acceden a los puestos de poder son hombres, a quienes se les dificulta que una mujer lleve las riendas de las cosas, en donde es cosificada a partir de su apariencia y que ha sido testigo de la gran capacidad de personas que por el simple hecho de ser mujeres, no logran acceder a espacios de decisión “cuando las mujeres han desplegado una carrera laboral a la cual invistieron libidinalmente dedicando tiempo, dinero y profundo compromiso emocional… les provoca un sentimiento de injusticia de género que opera en una doble inscripción, objetiva y subjetiva a la vez” (Burin, 2008, pág. 83).

Esta situación le ha permitido concebir su ejercicio del poder de forma horizontal y con una condición de solidaridad, buscando en todo momento que una decisión beneficie a todas las personas involucradas. Su actividad le ha permitido sensibilizarse ante situaciones de vulnerabilidad que enfrentan las personas, principalmente de escasos recursos económicos, pero también personales y emocionales. Al respecto, León (León, 1997, pág. 8) menciona que “la idea de empoderamiento se ha relacionado con una nueva noción de poder, basado en relaciones sociales más democráticas y en el impulso del poder compartido”.

Significantes y experiencias de Lucía

“Yo no creo que puedas ser una mujer totalmente empoderada si dependes económicamente, porque no ser dueña de tu economía te impide hacer lo que tienes pensado”. Esa es la frase con la que Lucía inicia su discurso sobre su propia vida y su condición de empoderada, una mujer que ha contado con herramientas que le permitieron tener un ingreso económico desde que era una niña, a partir de ello, se asume con cualidades distintas a las comunes, tanto que apunta que le costó mucho trabajo encontrar a mujeres que pensaran como ella, lo que de entrada, establece una situación sui generis con respecto al grueso de la población y la coloca, de forma casi obligada, en la necesidad de plantearse una nueva forma de vivir, tal como menciona Batliwala (1994, pág. 134), “el proceso de empoderamiento de la mujer debe evolucionar hacia un nuevo entendimiento del poder y experimentar los caminos de la democratización y formas de compartir el poder”, sin embargo, en el caso de nuestra participante no contaba con los recursos teóricos para llevar a cabo su proceso, por lo que tuvo que trabajar en lo personal y en soledad, para mantenerse firme en su decisión de ser como ella había decidido.

Lucía viene de un entorno socioeconómico alto, en donde lo que prevalecía era la idea de que la mujer no debía preocuparse por trabajar, ya que el marido era el responsable de proveer lo necesario, sin embargo ella quería tener un ingreso propio, sabía que tenía la posibilidad de hacerlo porque antes de casarse lo había hecho, así que decidió hacer uso de sus capacidades para contribuir tanto a la economía familiar como a su crecimiento personal y profesional, lo que le permitió generar un cambio. Para ella, ser empoderada significa tener el poder de decidir sobre su vida, su economía y sus relaciones a partir de la libertad que le dan los recursos propios, lo que necesariamente la lleva a tomar la responsabilidad por cada una de las decisiones que adopta.

La forma en que Lucía habla de su relación de pareja evidencia una relación de género equitativa, a partir de un reconocimiento de su capacidad para ser independiente, cualidad que hizo que su esposo se sintiera atraído a ella y que ha marcado el hilo conductor en su matrimonio. Comenta que existe una diferencia sustantiva entre ella y las mujeres de su generación: tiene casi cincuenta años de casada y dice que siempre ha platicado, compartido, acordado con su esposo pero nunca le ha pedido permiso para nada, a diferencia de sus amigas, en quienes ve una dependencia absoluta del marido y que no entienden la libertad que ella defiende. Al respecto, Martínez (2012, pág. 126) señala “cuando las condiciones objetivas en las que se encuentran los agentes sociales se alejan o contraponen con aquellas en las que se gestaron sus habitus, mujeres y varones tienden a manifestar una sensación de incomodidad”.

En palabras de Bourdieu (2013, pág. 13),  existe un saber práctico que tiene su propia lógica, que no es reductible a la del conocimiento teórico; que, en un sentido, los agentes conocen el mundo social mejor que los teóricos, no perdiendo de vista que ellos no lo conocen verdaderamente, y que el trabajo del científico consiste en explicarlo.

Por otro lado, uno de los aspectos que resaltan en su discurso es la forma de establecer las cosas: determinante, categórica, contundente, lo que evidencia uno de los puntos que ella considera claves dentro del proceso de empoderamiento: el carácter, el temple con el que vive la vida y enfrenta sus problemas, es decir, parafraseando a Foucault (1988, pág. 6) la estrategia para analizar las relaciones del poder incluye el derecho a ser diferentes y a identificar lo que hace a los individuos, individuales. En este sentido, la anécdota que menciona como el punto que le permitió darse cuenta de era una mujer empoderada, se remonta a cuando tenía 33 años:

Me enfrenté a las críticas de mi suegra sobre que trabajaba y que según ella estaba haciendo de mi marido un atenido y malcriando a mis hijos. Ese fue un momento muy importante pues me liberé de un yugo autoimpuesto por el afán de ganarme su aprecio que nunca logré... para ella debería de estar en mi casa, no trabajar y atenerme a lo que mi marido me proporcionara…. que no tenía necesidad de trabajar.

Las pugnas más complicadas son las que se llevan a cabo en la vida privada, en donde muchas personas prefieren ceder antes de entrar en conflicto con miembros de la familia, sin embargo Lucía prefirió dejar de buscar la aceptación de su suegra, quien tenía una actuación y un discurso hegemónico, antes de renunciar a sus deseos de superación laboral, personal y de pareja, lo que Martínez (2012, pág. 108) explica como “el acceso privilegiado al capital económico, que proviene principalmente del varón, fomenta en hombres y mujeres la representación de que el rol productivo es algo a lo que la mujer puede acceder pero no como una necesidad imperante en la familia”.

La capacidad de decisión y la responsabilidad son aspectos inseparables para Lucía, hechos que han marcado su devenir a partir de la reflexión y concientización de aspectos que generalmente se asumen, pero que conllevan una gran carga emocional, asume la responsabilidad de sus actos y de sus decisiones con la certeza de que es una parte inherente al ejercicio del poder.

Significantes y experiencias de Tamara

Ella considera que “el empoderamiento es la capacidad que las personas, en situaciones de vulnerabilidad, tienen para lograr una transformación con la cual deje de ser objeto de otros y consiga ser la protagonista de su propia historia”. Con esa definición Tamara habla de su origen, en donde las condiciones económicas eran precarias, con un padre irresponsable y ausente, una madre que trabajaba todo el día para obtener el sustento necesario y una abuela que tenía como único objetivo, atenderla a ella y a sus cuatro hermanos en un ambiente amoroso. Incluye la decisión, siendo niña, de dejar de estudiar para trabajar y obtener los recursos económicos necesarios para posteriormente, retomar su formación académica y también contiene la decisión de casarse a muy temprana edad con un hombre que durante más de veinte años la amenazó con dejarla, que no le permitía tomar decisiones, que no proveía lo necesario para la familia, que la presionaba para que no trabajara y después para que ella le diera el dinero que obtenía de su trabajo, a fin de que él lo administrara.

Cuando toma la decisión de divorciarse, Tamara empieza a conocerse: no sabía si le gustaba el cine o si le gustaba bailar, sólo sabía que cuando vivía con su esposo, tenía que hacerlo porque él así lo quería. Tuvo la posibilidad de asumir sus deseos y resoluciones de la manera en que ella y sólo ella, considera que es la mejor, y confirma que “las formas de ser mujer en esta sociedad y en sus culturas, constituyen cautiverios en los que sobreviven creativamente las mujeres en la opresión. Para la mayoría de las mujeres la vivencia del cautiverio significa sufrimiento, conflictos, contrariedades y dolor” (Lagarde, 1993, pág. 36).

Fue consciente de su cualidad de empoderamiento al darse cuenta que es una persona de opinión y de respeto, es decir, a partir del reconocimiento de los otros. Su actividad económica la ha llevado a ser considerada un ejemplo para muchas mujeres de todos los estratos sociales, lo que le ha permitido compartir escenario con personas de los más altos niveles de gobierno y empresariales, así como visitar zonas de alta marginación, en donde platica con mujeres indígenas en espacios que le permiten recordar los momentos de su niñez y juventud.

Sabe que tiene un lugar preponderante en la sociedad yucateca, lo que la hace sentirse responsable por sus acciones y la forma en que pueden ser percibidas, sin embargo, modestamente considera que sus logros pueden ser realizados por otras personas si ponen en marcha toda la capacidad que tienen en busca de un cambio en su situación personal, “en el género humano, la vida aspira a algo… difícil y arriesgado, la perpetuación y propagamiento de lo irrepetible” (Savater, 2003, pág. 58).

Finalmente, otro aspecto que pone de manifiesto la experiencia de Tamara es la actitud positiva que le otorga a cada una de sus experiencias, ya que dice que incluso sus errores le han ayudado a crecer, por lo que el balance de su vida lo califica de positivo y al hacerlo, pone en evidencia que se sabe responsable por cada una de las decisiones que ha adoptado, siendo atravesada por una realidad que la obliga a humanizarse de manera cotidiana, haciéndose consciente de la parte que le toca en términos de injerencia social, pero al mismo tiempo, señalando lo que los demás deben realizar como parte de su propio crecimiento, “los hombres se humanizan, trabajando juntos para hacer del mundo… la mediación de conciencias que cobran una existencia común en libertad” (Freire, 1970, pág. 16).

 

Discusión y conclusiones

Las historias presentadas ponen en evidencia que el proceso de empoderamiento es algo que se da a lo largo de muchos años, mediante la toma de decisiones que van estableciendo condiciones diferentes a las que las protagonistas vivían desde un inicio, y que las llevaron a modificar el destino de sus vidas y las de quienes se encuentran cerca de ellas. Otro aspecto en común es la existencia de un motivo suficientemente importante para que ellas buscaran emanciparse de una situación personal, en la búsqueda de algo que era trascendente en la vida de cada una de ellas.

Cada motivo es distinto en nuestras participantes y la forma en que lo abordaron también tiene características que establecen una marca personal, una manera que las hace únicas en la forma de abordarla, como única es su historia de vida y la forma en que establecen los significantes de cada una de sus experiencias: Diana se hizo cargo de su familia mientras su esposo estaba impedido para hacerlo, Jessica decidió divorciarse y tuvo que enfrentar violencia institucional durante varios años, Karla fue abandonada por su marido y tuvo que hacerse cargo de ella y de sus tres hijos, Lucía se enfrentó a su suegra por su deseo de trabajar y Tamara tuvo una vida precaria y después un matrimonio lleno de violencia psicológica, patrimonial y económica.

La emancipación de cada una de ellas estuvo precedida por momentos intensos de reflexión, de cuestionamientos propios y ajenos, pero en todo momento, se caracterizaron por la búsqueda de lograr algo que ellas habían decidido tener: Diana, su familia; Jessica, el derecho a ser amada; Karla, no dejar en manos de otros su propia vida; Lucía, un ingreso propio y Tamara, vivir tranquilamente y con ingresos económicos suficientes. Una vez tomada la decisión de emanciparse, han renovado cotidianamente su determinación de mantenerse firmes en el camino que han elegido. Todas ellas están seguras de que las decisiones adoptadas en cada momento de sus vidas han tenido consecuencias favorables o no, pero que han asumido plenamente y están seguras que no estarían dispuestas a desandar el camino recorrido. Una característica adicional es que el empoderamiento de ellas tuvo su origen en la vida pública, pero en todos los casos, el motivo principal se encontró en el ámbito privado, con lo que se confirma lo mencionado por Kannabiran  citado por Batilwala (1994, pág. 131), “la familia es la última frontera en las relaciones de género… el empoderamiento ha ocurrido cuando cruza el umbral del hogar”.

Llegar a un momento en que la introspección les indicó que sólo trascendiendo aspectos que las habían determinado hasta ese momento de sus vidas podrían obtener lo que tanto anhelaban, fue el motor que las impulsó a tomar las decisiones que las colocaron en el camino que eligieron seguir y que las orientó a su condición de mujeres empoderadas. Finalmente, la determinación de mantenerse en la ruta de esa decisión que las hizo modificar su historia como una lucha personal y permanente de no regresar a la situación anterior, son los aspectos que definen el proceso que vivieron nuestras entrevistadas, todas ellas con historias, objetivos y deseos diferentes, pero con una idea en común: llegar a ser dueñas de sus propios destinos, tener un ingreso personal y suficiente, tomar las decisiones necesarias para vivir como ellas han decidido hacerlo y permear en su entorno cercano como una forma de devolver lo que han recibido.

 

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