El Estado Islámico: Catalizador del irredentismo kurdo*

The Islamic State: Catalyst of Kurdish irredentism.

 

O Estado Islâmico: Catalyst irredentismo curda.

 

David Ernesto Garzón García **

Universidad Militar Nueva Granada

 


Resumen

Con su aparición, el Estado Islámico se consolida como una amenaza de carácter internacional y se convierte en el elemento pivote de la reestructuración de las relaciones internacionales, la configuración de nuevas alianzas y ciertamente en el impulsor de escenarios anteriormente poco presumibles con relación al Medio Oriente, entre ellos se establece como uno de los componentes catalizadores del irredentismo kurdo y su proyecto estatal e independentista. La reaparición de los kurdos en la esfera internacional potenciada por el EI al ser en un principio el único grupo con capacidad de enfrentarlos, genera tensiones en la región pues la consolidación del Kurdistán alteraría la estructura territorial de cuatro Estados particularmente y sus relaciones políticas y comerciales, impactando directamente en la relativa estabilidad que ha imperado en el siglo XXI.

Palabras clave: Estabilidad Internacional, Estado Islámico, irredentismo, kurdos, Medio Oriente.

 

Fecha de recepción del artículo: 26 de Agosto de 2016

Fecha de aceptación del artículo: 12 de Diciembre de 2016

DOI: http://dx.doi.org/10.22335/rlct.v8i2.397

 

*El artículo es resultado de investigación “Estado islámico e Irredentismo Kurdo”.

** Profesional en Relaciones Internacionales y Estudios Políticos e integrante del Semillero “Ideologías políticas”, Filiación: Universidad Militar Nueva Granada. Email: u0901670@unimilitar.edu.co. http://orcid.org/0000-0002-2123-6296

 

 

Abstract

With its appearance, the Islamic State consolidates itself as an international threat, and becomes the key element of the restructuring of international relations, the configuration of new alliances, and certainly, the stimulus for the creation of scenarios that were previously considered as unlikely regarding the Middle East; between them it establishes as one of the catalyst components of the kurdish irredentism and its project for an independent state. The reappearance of the kurdish in the international sphere, empowered by the Islamic State as it is, at first, the only group with the capability to face it, generates tensions in the region, because the consolidation of Kurdistan could alter the territorial structure of four States in particular, as well as the political and commercial relations, directly impacting the relative stability that has persisted during the XXI century.

Keywords: Islamic State, irredentism, Kurds, nationalism, international recognition.

Resumo

Com sua aparência, o Estado Islâmico consolida-se como uma ameaça internacional, e se torna o elemento fundamental da reestruturação das relações internacionais, a configuração de novas alianças, e, certamente, o estímulo para a criação de cenários que antes eram considerados como improvável Em relação ao Médio Oriente; Entre eles, como um dos componentes do catalisador Estabelece do irredentismo curda e seu projeto para um estado independente. O reaparecimento do curdo na esfera internacional, autorizada pelo Estado islâmico como ela é, num primeiro momento, o único grupo com a capacidade de enfrentá-lo, gera tensões na região, porque a consolidação do Curdistão poderia alterar a estrutura territorial de quatro Unidos, em particular, bem como as relações políticas e comerciais, direta impactando a relativa estabilidade que tem persistido Durante o século XXI.

Palavras-chave: Estado, irredentismo, curdos, o nacionalismo, o reconhecimento internacional islâmico

 

Introducción

El resquebrajamiento del imperio Turco-Otomano con la repartición occidental europea del Medio Oriente,  lo mismo que algunas condiciones históricas que se explicarán más adelante en breves párrafos, se reflejan en la situación actual del pueblo kurdo. La tensión generada en la zona, ante la posible creación de un Kurdistán, se suma al rompimiento abrupto de fronteras turcas, sirias, iraníes e iraquíes, a los conflictos relacionados por el petróleo, el agua, "el paso estratégico de las líneas de oleoductos y gaseoductos" (Torres, 2011, p. 135), y a la concentración de estas fuentes económicas en el lugar donde se ubica territorialmente y reclama como propio la nación kurda.

En un principio y siguiendo la tesis de Hubert Young apoyada por Winston Churchill, se pensó en Kurdistán como el país tapón entre Turquía y los demás Estados árabes (Aranda & Palma, 2006). En la actualidad, la noción de un Estado kurdo con cerca de 30 millones de personas que conservan sus tradiciones e idioma, prevé inestabilidad y guerra en la región del Medio Oriente (Torres, 2011, p. 136). Actualmente los kurdos cuentan con facciones armadas que se han conformado para su protección, con la administración autónoma de Erbil (un territorio en el norte de Iráq) y con relaciones comerciales con algunos Estados, siendo así falta de reconocimiento internacional, la única condición que les resta para conformar un nuevo Estado.

Con la aparición del Estado Islámico (en adelante EI) y el recrudecimiento de sus acciones, se ha dado protagonismo mundial a los kurdos por haberse constituido en una de las fuerzas con mayor capacidad de contener, atacar y desarticular al mencionado grupo terrorista, defendiendo y reafirmando con ello su posición en los territorios sirios e iraquíes, foco de los ataques. Países como Estados Unidos y Francia, han extendido su apoyo económico y armamentístico para luchar contra el terrorismo en la zona, entablando relaciones con los peshmergas kurdos.

Así, los kurdos vuelven a tener relaciones con Estados Unidos y Rusia, pues en el pasado, el presidente George H. W. Bush les prometió ayuda para consolidar su propio Estado y luego, los dejó solos para enfrentar la arremetida iraquí. Hoy en día, luego del apoyo recibido, se prevé un diálogo desde una posición distinta: un pueblo con mayor poderío armamentista y militar. En relación con Rusia y luego de los sucesos con el autodenominado Estado islámico, Putin ha expresado públicamente su voluntad de ayudar a los kurdos a consolidar sus motivaciones estatales, presentándose como un potencial aliado de un Estado con significativas reservas de petróleo y agua, en una coyuntura marcada por la incertidumbre que generaron los hechos ocurridos en Ucrania.

Las implicaciones que traería la conformación del Estado kurdo, deben analizarse desde la configuración de sus “nuevas” relaciones con Turquía, Irán, Iraq y Siria.  Por otra parte, es imperativo analizar cuál podría ser la reacción de los Estados directamente implicados y cómo la consolidación de un nuevo Estado como Kurdistán, podría avivar las tensiones y los sentimientos nacionalistas en otros grupos humanos (naciones) con los mismos intereses, lo cual permearía las relaciones que existen dentro del actual sistema internacional, y probablemente volcaría una ola al mejor estilo de los años 60 del siglo XX, y en el peor de los casos, una guerra desgastante.

Precisiones conceptuales y metodológicas

Por medio de una contextualización histórica y un análisis de coyuntura, este artículo pretende analizar la situación de los kurdos en el Medio Oriente tras la aparición del Estado Islámico, así como una breve contextualización de los escenarios resultantes ante la amenaza que representa la existencia del nuevo actor.

Teniendo en cuenta la información recolectada, se puede establecer una hipótesis que señala que la consolidación del Estado independiente del Kurdistán teniendo en cuenta las condiciones geopolíticas propias del territorio que se reclama generaría inestabilidad inmediata en la zona e incluso sería el motivante de una nueva guerra de carácter global.  Sin embargo su rol en relación con el EI, el apoyo internacional que ha recibido y las características geopolíticas del territorio en disputa, modifican las reglas de juego en la región, incluso llegando a coaccionar a los cuatro países (dos de ellos, Siria e Iraq con graves fracturas internas) a romper sus fronteras para darle paso a un nuevo Estado o a replantear su política para establecer como entidad completamente autónoma al pueblo kurdo. 

También es necesario señalar que el siguiente artículo de tipo cualitativo, requiere una permanente retroalimentación (Fazio, 1998), que se llevará a cabo a partir de la reconstrucción de huellas, indicios y vestigios que se asocian con el escenario que se pretende estudiar (Bonilla, 2015). Al desarrollarse en el marco del análisis de coyuntura, se empleará un amplio manejo de minería de datos (Jiménez, 2011), teniendo en cuenta diversas fuentes de prensa, bases virtuales y otras referencias bibliográficas, páginas web y libros para la documentación histórica, así como recurrir a noticias de prensa nacional e internacional pertinente. Y al ser un documento de tipo descriptivo, se enfocará en la revisión documental que ofrece información detallada sobre los acontecimientos que han generado determinadas tendencias durante el periodo de estudio propuesto en la investigación (Bernal 2006, citado por Bonilla, 2015).

Es indispensable aclarar que cuando se hace mención al término Medio Oriente, se entiende como la zona que comprende “las tierras que se encuentran entre el Mar Mediterráneo oriental y el Mar Arábigo, incluyendo Turquía, Irak, Irán, Siria, El Líbano, Kuwait, los Emiratos Árabes del golfo Pérsico, Omán, Yemen, Arabia Saudita, Palestina, Israel, Jordania, Egipto y Sudán" (Aranda & Palma, 2006, p. 25). También se debe precisar que se tendrá en cuenta específicamente a Turquía, por ser uno de los Estados con mayor número de población kurda en su territorio, unos 15 millones aproximadamente (Torres, 2011, p. 141), y sus deseos de ser un Estado integrante de la Unión Europea.

En este sentido, también es imperativo hacer una breve contextualización del irredentismo, que se configura como el gran temor de Estados como Irán y Turquía ante la posible creación del Kurdistán con estatus legal, por la cantidad de población kurda que habita en sus territorios. El irredentismo, término de origen italiano que supone “la existencia de población nacional viviendo en territorios que producto de guerras y/o tratados quedaron viviendo fuera del espacio de un estado” (Fuentes, 2014, p. 1), es la actitud política de los habitantes de un territorio hacia los de otro al cual sienten pertenecer, y el sentimiento aumenta ante la carencia de gobernabilidad y legitimidad tanto del Estado al que pertenecen por imposición como de sus gobernantes (Bosemberg, 2003).

Naciones como la judía y la kurda, son quizá uno de los mejores ejemplos del irredentismo en Medio Oriente. En efecto, en estos casos hay una fuerte pugna contra los tratados que los confinan a unas fronteras cuyo diseño no reconocen como propio o beneficioso. En cuanto al caso de estudio en este artículo, cabe aclarar que no tiene que ver exclusivamente con reclamaciones por delimitación territorial característico de muchos conflictos contemporáneos (Fuentes, 2014), que pueden entrar en la categoría de “secesión”, sino que además, se caracteriza por  “el impulso irrenunciable a la incorporación de los connacionales” (Herranz, 1997, p. 43).

1.“La divina comedia”: la situación de los kurdos del nuevo siglo.

“La divina comedia”, resulta ser la frase más apropiada para resaltar las situaciones paradójicas que se han venido presentando desde antes del Siglo XXI (fundamentales para entender aspectos de la coyuntura actual) y particularmente en los últimos años con los kurdos, tras la instauración del Estado Islámico como amenaza global, sin embargo cabe aclarar que no responde a un acercamiento con el texto de Dante Alighieri. 

Considerados históricamente como miembros de una numerosa nación carente de Estado, la población kurda comparte su religión, creencias y lengua como características unificadoras, además de su pretensión manifiesta en la ocupación ancestral del Kurdistán, ubicado en territorio fronterizo entre Turquía, Irak, Irán y Siria (Salinas, 2005). La causa kurda y su anhelo independentista, compartido por casi 30 millones de personas, ha recibido diferentes respuestas en cada uno de los cuatro Estados, las cuales con el paso los años poco han cambiado, ya que obedecen a intereses geopolíticos y económicos (característicos del territorio que reclaman), como el petróleo, el agua y el paso de las líneas de oleoductos y gaseoductos.

Los Estados turco e iraquí han respondido, llevando a cabo persecuciones, asedios y operaciones militares terminando en su mayoría, en genocidios (Gómez, 2015). Atacan sin reglas pues argumentan defender la seguridad de sus territorios y la legitimidad del Estado. Allí todo funciona, todo se vale, hasta las apariencias en el caso de Turquía por ejemplo, que debe cuidarse de las responsabilidades que le puedan ser atribuidas si llegase a ser miembro de la Unión Europea.

Nazanin Amirian (2005, p. 151) describe quizá el que fue el proceso más atroz al que se tuvieron que enfrentar las comunidades kurdas, primeras víctimas de las bombas químicas: “El primer paso es lanzar sobre la población, un cóctel de gas mostaza que afecta la piel, los ojos y las membranas de la nariz, la garganta y el aparato respiratorio” (Amirían, 2005, p. 151), diezmando a la población… sin dejar rastro.

En Siria, si bien no se ha profundizado en una causa kurda, sí se ha recurrido al desarrollo de medidas blandas e incluso, se ha llegado a apoyar a los kurdos autóctonos y refugiados; Irán por su parte, bombardea e incrementa su pie de fuerza ante el temor de la propagación de un irredentismo kurdo, el despliegue de tropas turcas y la llegada de grupos yihadistas a la zona (Arteaga, 2008).

En esta partida todos los movimientos por extremos que sean, hacen parte de cálculos en términos de poder, sin que eso los justifique. Es por lo que aun cuando el pueblo kurdo ha sido diseminado y sufrido constantemente la violación de sus derechos nacionales (Segura, 2002, p. 152) con detenciones masivas, deportación forzosa, tortura sistemática, ejecuciones sumarias, desapariciones, condenas sin juicio, prohibición del idioma y la cultura (Kaya y Serhat, 1991, p. 74), su situación regional e internacional no responde a un sentimiento “kurdófobo” sino a intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos.

No en vano, alrededor del territorio histórico, es decir, del Kurdistán iraní, iraquí y sirio se encuentran algunas de las zonas "más ricas en petróleo del mundo" (Torres, 2011, p. 158), y “en el sudeste turco se encuentran las mayores reservas de agua potable de la región" (p. 161). Situación que se hace insostenible, teniendo en cuenta que ese territorio de donde proviene el agua de intercambio turca (que ha sido su moneda de cambio) es habitado en su mayoría por kurdos.

La comunidad internacional se mantiene al margen, puesto que sus grandes firmas internacionales se benefician ampliamente de las transformaciones internas turcas y cualquier acción al respecto modificaría radicalmente el curso actual de las relaciones y la dinámica interna de los Estados para con aquellas poblaciones que reclaman autonomía o independencia.

Pese a ello la aceptación internacional de los kurdos que no es altruista, abre el debate sobre la conveniencia de la creación de un nuevo Estado, el cual como se ha venido exponiendo, por su importancia geopolítica entraría en la escena internacional a cubrir esos vacíos económicos resultantes del cese de relaciones de los cuatro Estados “vecinos” con Occidente y Rusia.

Una de las jugadas más importantes por ser al mismo tiempo el más grande reto que deben afrontar los kurdos, es la superación de su división interna, las disputas entre clanes y el establecimiento de objetivos generales, sobre todo cuando ya se ha demostrado que tienen la capacidad militar suficiente para defender un territorio.

Creer que el Kurdistán tiene unidad y que actualmente están capacitados para formar un Estado, es un grave error, sobre todo cuando las divergencias entre los movimientos y partidos son significativamente amplias: en Turquía, el Partido de Trabajadores Kurdo (PKK) quizá el más fuerte, importante y representativo de las facciones kurdas; en Irán, el Partido por la Vida Libre del Kurdistán (PJAK) y en Siria, las Unidades de Protección Popular (PYG), son de ideología marxista–leninista (Kreyenbroek & Sperl, 2005).  Por su parte, los kurdos iraquíes del clan Barzani son representados por el Partido Democrático del Kurdistán (PDK), que es pro-turco, pro-norteamericano y pro-israelí y cuenta con un brazo armado conocido como Peshmergas (Meyssan, 07 de julio de 2014). Cabe aclarar que en Irak, también existe una vertiente pro-siria y pro-iraní representada en la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), del clan de los Talabani que se distanciaba del partido democrático y que tras la formación del Kurdistán iraquí, conciliaron algunas diferencias.

En el momento y desde principios de 2013, los kurdos han tenido protagonismo mundial pues la comunidad internacional ha tenido que presenciar con preocupación, el surgimiento de un grupo terrorista que se autoproclama “Califato Global” de los más de “1.6 billones de musulmanes en el mundo” (Corral, 2015, p. 5): el Estado Islámico, actor que genera un ambiente de incertidumbre por repercutir directamente en asuntos de seguridad internacional (IEGAP, 2015).

Su aparición y el recrudecimiento de sus acciones, han propiciado la coyuntura actual, internacionalizando el conflicto y de paso a los kurdos, por constituirse en un principio como la única fuerza con capacidad de hacerle frente al EI y después dejando en firme su posicionamiento militar en la zona, en compañía de otras fuerzas militares estatales.

Las milicias kurdas se han abastecido de armas entregadas por los gobiernos británico y francés (quienes pusieron la vida de sus ciudadanos en riesgo y los convirtieron en objetivo militar). Cuentan con grupos de entrenamiento especial y efectivos combatientes que fueron llegando paulatinamente a Irak (BBC, 13 de agosto de 2014). Las operaciones se han ejecutado con el apoyo aéreo estadounidense cuya base de operación militar se encuentra en Erbil, aun cuando a mediados de 2014, se descartaba el despliegue de tropas norteamericanas, y reinaba el pesimismo sobre la efectividad de los ataques aéreos (Semana, 2015), y la preocupación por el daño colateral, porque al emplearlos para atacar las fuerzas del Estado Islámico de Mosul, necesariamente devastaría más de la mitad de la ciudad.

Como ya se ha visto, desde que se anunció el avance de los peshmerga, los grupos kurdos entrenados por la CIA y que “han sido instrumentales en mantener la seguridad de la región de Kurdistán” (BBC, 13 de agosto de 2014), se empezó a registrar la recuperación de ciudades que se encontraban bajo su dominio como Gwer, Makhmur, Kirkuk, así como varios ataques al EI en Mosul. De suerte que los kurdos ahora son percibidos como los únicos actores con la capacidad para enfrentar a la fuerza terrorista suní (Badrán, 2014), que avanza en Siria e Irak, y pretende consolidar un Califato que iría “desde Alepo […] hasta la provincia de Diyala” (BBC, 15 de agosto de 2014), y que se encargaría de aplicar el islam real que se ha “degenerado”.

La estrategia de contraataque llevada a cabo entre kurdos, gobiernos aliados y milicias chiitas ha prosperado tanto, que a la fecha se ha logrado recuperar el 45% del territorio que había sido sometido por el EI en 2014 (Moya, 14 de junio de 2016). A esto se suman las perdidas territoriales del EI en el 2016 que ascienden al 23% en “áreas clave vitales para el proyecto de gobierno del grupo” (BBC, 19 de enero de 2017).

No queda duda alguna de que los kurdos buscarán una recompensa por la ayuda que le han prestado a la comunidad internacional a la hora de combatir el EI pues aun cuando es una amenaza directa a su seguridad, también lo es para todo occidente y aquel que no esté dentro de los lineamientos del “Califato”. Sin embargo, nada garantiza que no sean “traicionados” una vez más, así como tras la firma de paz entre Irak e Irán cuando los kurdos se convierten en “objeto de venganza de quienes fueron sus protectores, que les tachan de traidores y colaboracionistas” (Amirían, 2005, p.150); o como sucedió durante el gobierno de George H. W. Bush, “cuando los restos de la Guardia Republicana les perseguía por los montes fronterizos de Turquía e Irán, mientras las tropas estadounidenses permanecían en Basora con los brazos cruzados” (Martorel, 2003).

Justo en este momento, es cuando las cosas pueden cambiar para los kurdos, no en vano, serían  la "octava potencia mundial en reservas de crudo" (Torres, 2011, p. 159), si se les otorgara un territorio. Y ya que el altruismo no es la regla en países como Estados Unidos que favorecen el mejor postor cuando la discusión es económica, la coyuntura bélica del nuevo siglo les favorece. Un modelo como el sistema de alianzas bismarckiano terminaría resucitando, para que incluso los gobiernos más reticentes como los de la Umma, les diera apoyo al proyecto de Estado kurdo.

Si bien, como lo afirmaba Francisco Torres en 2011 "no hay ninguna nación a la que le interese defender los derechos de los kurdos" (p. 165), la aparición del Estado Islámico les otorga un escenario aunque lamentable, único, porque por primera vez en años, tienen la oportunidad de sentar precedentes sobre su fortaleza y capacidad para generar estabilidad en la región, pues la administración de Erbil, el laboratorio social y estatal kurdo, es la muestra fehaciente de un modelo que deja en evidencia la calidad de un proyecto político estatal que podría traer estabilidad y desarrollo a la zona.

2.Medio oriente y Occidente: del Estado islámico y otros demonios.

El Estado islámico es quizá, el grupo terrorista más rico de la historia. Su economía se ha nutrido de la financiación de entes privados del Golfo, secuestros y particularmente de la toma de Mosul y de los réditos de la venta del petróleo, su negocio más lucrativo (Corral, 2015). Sus finanzas empezaron a decaer con el inicio de los bombardeos de Estados Unidos en agosto de 2014 (actor que se había mantenido distante, pues no deseaba verse arrastrado hacia una nueva guerra), como medida para anticipar y entorpecer el camino del EI hacia Erbil (el bastión del Kurdistán iraquí donde se encuentra una misión diplomática estadounidense y su Consulado General). Lo que recibieron como respuesta a sus acciones, fue una sanguinaria muestra de poder que quedó grabada en videos que estremecieron el Mundo.

“A message to America” (INFOBAE, 19 de agosto de 2014), fue el título del mensaje difundido en blogs, redes sociales y medios de comunicación, que le dio la vuelta al Mundo. Un video amenazante y perturbador enviado por el Estado islámico a los Estados Unidos y que mereció el desprecio de la sociedad y sentidos mensajes de líderes mundiales.

El vídeo de 4 minutos y medio, que empieza con el comunicado del viernes 8 de agosto de 2014 de Barack Obama, para autorizar ataques contra el EI para evitar su avance hacia Erbil (Libertad Digital, 08 de agosto de 2014), finaliza con la decapitación del periodista estadounidense James Foley   (secuestrado en 2012 en el norte de Siria), y con la promesa de una nueva acción sanguinaria que se concretó con el mismo modus operandi, esta vez, con la decapitación de Steven Sotloff, quien fuera “secuestrado cerca de la frontera entre Siria y Turquía en agosto de 2013” (El País, 20 de agosto de 2014). Bajo el título “Segundo mensaje a Estados Unidos”, el Estado islámico 14 días después cumple su promesa y el verdugo atribuye la responsabilidad al Presidente norteamericano (UNIVISIÓN, 02 de septiembre de 2014):

Estoy de vuelta, Obama, y estoy de vuelta debido a su arrogante política exterior hacia el Estado Islámico, debido a su insistencia en continuar con sus bombardeos… a pesar de nuestras serias advertencias. Usted, Obama, solo gana con sus acciones otro ciudadano estadounidense. Así que al igual que sus misiles continúan golpeando a nuestra gente, nuestro cuchillo continuará golpeando los cuellos de tu pueblo.

Y así, el EI apoyándose en el alcance de reproducción de los medios, en su planeada estrategia de marketing y presencia en redes sociales (Corral, 2015), en sus constantes ataques a la población civil y a lugares emblemáticos para la humanidad, en la crueldad de las historias construidas a su alrededor y en la sevicia de sus crímenes, ganó reconocimiento negativo en el escenario internacional, y marcó un nuevo punto de partida en la estrategia de lucha de Occidente para hacerle frente, controlarlo, reducirlo y someterlo, pues se establecía como una amenaza latente de carácter transnacional.

Es decir, “este brutal grupo terrorista representa una amenaza a los derechos humanos, la seguridad de grupos minoritarios, y la estabilidad de la región entera. Por ello, el Estado Islámico es un desafío” (Corral, 2015, p. 12), la mayor urgencia y el punto más álgido para Occidente, que propició las condiciones para incubar ese demonio al cual se le adjudican atrocidades como la de Charlie Hebdo, el museo de Túnez y las decapitaciones horríficas con las cuales responden al Mundo, su “democratización a la occidental”.

En este punto, cabe preguntarse la causa del mensaje enviado al presidente Obama y luego a varios líderes mundiales en la denominada “'Llamada a los aliados de América'”, como el británico David Cameron, tras los asesinatos de sus connacionales David Cawthorne Haines y Alan Henning, y el japonés Shinzo Abe luego de los asesinatos de los ciudadanos nipones Kenji Goto y Haruna Yukawa.

Para responder el interrogante anterior, es necesario repasar algunos escenarios que condujeron hasta este punto de no retorno.

La solución de Occidente para un Oriente Medio que se debatía entre la autocracia y la yihad fue la promoción de la famosa “democratización”, y en este sentido, por ejemplo, la Primavera Árabe se interpretó como una oportunidad para las reformas liberales. Sin embargo, el desarrollo de la región no había dado lugar a instituciones fuertes que pudiesen catalizar los procesos democráticos, por lo cual y siguiendo con la misma línea, la primavera puso de manifiesto las falencias de los regímenes, situación que fue bien aprovechada por los sectores tradicionales, en especial el islamismo radical, para llenar los vacíos de autoridad (Kissinger, 2016).

Así, el paquete de la democracia que no solo exportaba el modelo sino que además, incluía junto con los manuales, expertos cuyo objetivo era ayudar a entender su implementación, necesitaba uno, el acceso total para garantizar un resultado satisfactorio que incluía supervisión de subsuelos y extracción de muestras para que no quedara cabo suelto, y dos, nuevos administradores que serían escogidos en elecciones, con el fin de completar y sellar el proceso. Se firmaba entonces, una cláusula de permanencia que obligaba a guardar el paquete y respetar lo unilateralmente acordado, pero no se entregaba garantía. Sin embargo, se ofrecían servicios de supervisión en el caso de que alguna pieza no funcionara.

Los que no estaban interesados en adquirir el paquete, de igual forma lo recibían. La única diferencia es que en los formatos de envío, aparecían distintos encabezados como “poseedor de armas nucleares”, entre otros.

Así se elaboró en Washington, el manual para emprender una aventura caprichosa en Iraq, que casualmente fue liderada por algunos de los genios involucrados en la guerra del Golfo como Colin Powell, Dick Cheney, Condolezza Rice, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz (Tamames, 02 de agosto de 2015). Entre las consecuencias de esa invasión, resalta la lenta recuperación económica, la devastación social y la aparición de grupos pro Al-Qaeda, avivados por el sentimiento antiestadounidense (el enemigo), así como los vacíos de poder y la crisis de representatividad especialmente sentida por los suníes, que se convirtieron en elementos tomados por las milicias de Daesh para ganar adeptos y reemplazar figuras de poder (Currea-Lugo, 2016).

Las consecuencias de las acciones norteamericanas en Iraq, resultaron incluso peor de lo que se vaticinaba. El Gobierno interino establecido tras el derrocamiento de Saddam Hussein, decidió dar término a cualquier influencia en el país del partido Baaz Árabe Socialista, lo que significó una serie de despidos y retiros de funcionarios públicos y de miembros del ejército y la policía, las únicas instituciones con capacidad para garantizar la seguridad y la estabilidad del territorio (Corral, 2015).

Algunos de esos “antiguos miembros de la lucha iraquí, hoy son del EI y tienen como enemigos a los mismos actores que enfrentaron en 2003 cuando portaban el uniforme militar iraquí, es decir, a Estados Unidos e Irán” (Garduño, 13 de abril de 2013), principalmente por ser los causantes, en especial el país norteamericano, de la inestabilidad y el debilitamiento de Iraq.

Justamente ese debilitamiento desembocó en insurrecciones como la de Abu Musab Al-Zarqawi líder del movimiento de Al–Qaeda en Irak, que en busca de reivindicación y extensión, se une a más organizaciones yihadistas en Irak para formar el consejo Shura de los Muyahidín en 2006 y que terminaría por convertirse en el Estado Islámico de Irak, del cual Abu Bakr Al Bagdadi sería líder en 2010 (Corral, 2015).

Al Bagdadi quien permanecería preso durante cinco años en camp Bucca, prisión en las afueras de Basora (BBC, 17 de noviembre de 2015), aprovecharía la evidente carencia de gobernabilidad en Iraq y en Siria que sufría una cruenta guerra civil y cuyo territorio estaba bajo el control de la filial de Al Qaeda, Jabhat al Nusra para ampliar su esfera de influencia en ambos países (Zelin, 2014), llegando incluso a tomar ciudades tan importantes como Raqqa en Siria y Mosul en Iraq, lugar que nutre en gran parte su economía y lo convierte además, en quizá el grupo terrorista más rico (The Economist, 30 de agosto de 2014) “generando hasta 6 millones de dólares al día, según Masrour Barzani, jefe de la Inteligencia Kurda y el Consejo de Seguridad Regional del Kurdistán” (Newsweek, 14 de noviembre de 2014).

En abril de 2013, el mundo conoció la ruptura del Estado islámico con Al-Qaeda y presenció el surgimiento del autodenominado Estado Islámico de Iraq y el Levante, una ampliación ideológica del islamismo sunnita (Ghotme, 2015), que prendió las alarmas en los ejércitos locales e internacionales y sin preverlo, le dio luz verde a la actuación kurda en la región, y encendió de nuevo el debate y las tensiones sobre la legitimidad de los kurdos para convertirse en Estado (Corral, 2015).

Esta coalición radical sunita, que surgió como consecuencia de las múltiples fracturas estructurales persistentes en Iraq durante los gobiernos de coalición implantados luego del derrocamiento de Saddam Hussein, como fruto de la invasión de Estados Unidos en  2003 (BBC, 17 de noviembre de 2015), la deslegitimación de los Gobiernos autoritarios preexistentes en Irak y Siria, así como el empoderamiento de los grupos yihadistas iraquíes, ha trazado una nueva dimensión que reconfigura las fronteras pactadas en el acuerdo Sykes-Picot de 1916 y reclama las notorias diferencias culturales descubiertas después de la intervención, las cuales han ido creciendo con un apoyo colectivo a un cambio de régimen, distinto al que esperaba Occidente con la democratización.

Algunas de esas muestras de apoyo de la población al EI se presentan en un ambiente de hastío hacia la corrupción de la élite política que este grupo se ha encargado de erradicar. El Estado islámico ha logrado poner en jaque al mundo, con sus contundentes jugadas y maniobras. Es un grupo con gran capacidad para ejercer control sobre varias ciudades y combatir en distintos frentes al mismo tiempo (Corral, 2015, p. 6), es el fantasma que recorre el norte de África, pasa por Medio Oriente y llega incluso hasta el Sudeste Asiático, logrando compatibilizar una multiplicidad de escenarios impensables, y haciendo que actores disímiles se unan en su contra, como  “los chiíes de Irán y los de Al-Sistani en Iraq, los kurdos, Hizbulah, tribus suníes y hasta potencias occidentales” (Currea-Lugo, pág.4, 2016).

Su crecimiento y avance solo demuestra la falta de gobernabilidad que existe en Siria e Iraq específicamente, así como la incapacidad de los gobiernos para ejercer presencia íntegra en todo el territorio. Pese a ello el Estado Islámico deja un legado trascendental y que probablemente surge del daño colateral que no estaba previsto: los kurdos.

Alrededor de éste grupo étnico se tejen alianzas e intereses contrapuestos. Cuando Obama autorizó los ataques aéreos en Irak contra el EI, en su discurso aseguró que el objetivo era "proteger los intereses de Estados Unidos" (El Mundo, 08 de agosto de 2014), dado que muy cerca de la zona se encuentran asesores militares y diplomáticos estadounidenses, más exactamente en Erbil, territorio autónomo gobernado por los kurdos, la capital del Kurdistán. Pareció entonces, camuflar a la perfección, la ayuda a los kurdos, justificándose en un acuerdo a largo plazo, establecido con las fuerzas de seguridad iraquíes, pasando por alto que en gran medida, la consolidación kurda en territorio noriraquí, se presenta bajo el amparo estadounidense (Arteaga, 2008).

El gobierno norteamericano, seguramente después de tantos años, ha olvidado el respaldo de los kurdos a la invasión en 2003 (Arteaga 2008), y que más de la mitad de exportación de crudo iraquí, se encuentra en el norte del país donde por razones estratégicas, también se encuentra su Consulado General en Iraq, como lo afirma el Departamento de Estado, zona de mayoría kurda. En otras palabras, la relación kurdo-estadounidense tiene un listado significativo de pros al cual se une la esforzada colaboración de este pueblo en la lucha contra una amenaza internacional.

Junto al legado kurdo, hay dos situaciones que se desprenden y se encuentran en Iraq y Turquía: en el caso del Estado persa, se pueden prever dos escenarios:  el primero, autonomía total en el territorio kurdo iraquí y el segundo, la instauración del Kurdistán en el norte de Iraq, la cual a su vez, es la alternativa que genera mayor tensión, pues en cuanto se incrementen las libertades en Iraq (cuya constitución dispone la posibilidad de avalar regiones semiautónomas), también se incrementan los deseos expansionistas kurdos

Precisamente (y es aquí donde tan lamentable coyuntura favorece a los kurdos) el irredentismo kurdo es el temor que hace que los Estados incrementen su pie de fuerza, teniendo en cuenta que una vez creado un territorio legal, independiente y autónomo en Iraq, las comunidades kurdas en Siria, Irán y Turquía, aunque podrían ocasionar un éxodo masivo hacia esa zona, lo más probable es que acrecienten las demandas por referéndums de independencia. El mismo Erdogan, primer ministro turco “ha reconocido el derecho de autodeterminación del Kurdistán iraquí” (Política Exterior, 10 de julio de 2014). Pero una cosa es un Kurdistán independiente debido a la desintegración de Iraq, pues es sostenible militar y económicamente, y otra muy distinta e inaceptable para el gobierno turco, es que sea “un Estado kurdo con aspiraciones irredentistas” (Arteaga, 2008, p. 119).

Turquía que ha sido contundente en su posición frente a los kurdos en su territorio y ha atacado constantemente los frentes del PKK dentro y fuera de sus fronteras, es quizá el Estado más paradójico e impredecible con respecto de la causa kurda.

En la actualidad, los diálogos de paz entre el gobierno y el PKK llegaron a su fin; en el sur, hoy se vive una insurrección kurda y Turquía no duda en arremeter con toda su fuerza contra los territorios del Kurdistán iraquí (Política Exterior, 21 de marzo de 2016). La situación no parece tener trascendencia, un Estado que somete una fuerza que ve como factor de desequilibrio, realismo político. Sin embargo, Erbil y Ankara, las dos capitales, mantienen relaciones fluidas, pues el Sultán es su principal socio comercial. Por su lado Barzani no podría responder a su población con más interconexiones energéticas que son vitales para su economía, pues aquellas pasan por suelo turco (Política Exterior, 14 de diciembre de 2015), pero la coyuntura actual que materializa un Kurdistán libre e independiente con la venia de Estados Unidos y Rusia, hace que Turquía rediseñe sus estrategias, debido a que el beneficio económico es mutuo.

3.El polvorín del Estado Islámico: se desataron los infiernos en el Medio Oriente. Análisis de prospectiva sobre algunas alternativas para estabilizar la región.

La segunda década del siglo XXI que está marcada por la tensión de lo que significa un grupo extremista islámico para la región y Occidente, paradójicamente ha configurado una serie de escenarios que no se consideraban posibles por lo menos, para el año 2000. En otras palabras, el Estado Islámico se convirtió en el catalizador de relaciones poco previsibles de escenarios de cooperación internacional y de potenciales cambios geopolíticos y geoestratégicos en Medio Oriente, además del de por sí complicado contexto con los kurdos.

En primer lugar, los últimos dos años y medio, han paralizado el mundo y han dejado en un estado de incertidumbre a los líderes políticos de países como Alemania, Bélgica, Estados Unidos, Francia, Japón y Reino Unido. La expansión del EI, los ataques a sus territorios y el asesinato de sus connacionales, hicieron explotar la burbuja aislada desde donde se veía lo que pasaba en Medio Oriente, pues “hay incluso más temor por la posibilidad de que estos yihadistas vuelvan aún más radicalizados para llevar a cabo atentados en Europa” (Corral, 2015, p. 7).

En segundo lugar, aunque previsible por las secuelas de la invasión a Iraq en 2003, ni siquiera se pensaba en la idea de un Califato Islámico, como tampoco una fuerte presencia en Medio Oriente y África, ni un alto impacto en Europa (donde su lucha que fue relativamente aceptada dentro de la población, nutrió su base con al menos 20% de militantes occidentales); en realidad el EI tuvo acogida en varios países donde las respectivas células yihadistas adoptaron su filosofía y llegaron a extenderse con rapidez, a la península Arábiga (Yemen y Arabia Saudita), África del Norte (Argelia, Egipto y Libia), y África Occidental, donde Boko Haram selló con su juramento de lealtad, la entrada de Bagdadi a la zona (BBC, 17 de noviembre de 2015).

Esta coyuntura se desarrolla principalmente en países donde el fruto de la primavera Árabe se tradujo en vacíos políticos y de seguridad, lo cual propiciaría las condiciones necesarias para iniciar  una lucha subversiva interna por el control total de los territorios.

El tercer escenario que habilita el Estado Islámico, tiene que ver con su pretensión expansionista y su arremetida contra Occidente, situaciones que obligan a Estados Unidos -el líder del “mundo libre” como lo describiría el famoso Frank Underwood-  no solo a desobedecer su propio mandato al no cumplir a cabalidad con las bases de lo que era la Operación Nuevo Amanecer que buscaba dejar “en paz, estable y con plena soberanía” el Estado iraquí (Corral, pág. 6, 2015), sino a regresar a la región de donde quiso salir, liderando la batalla por ejemplo en Siria perpetrando “más de mil ataques junto con Bahréin, Jordania, Qatar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos en áreas tomadas por EI” (BBC, 17 de noviembre de 2015), y en general, cerca de 1.676 bombardeos aéreos en conjunto con la coalición anti-EI (Corral, 2015).

El cuarto escenario que pocos analistas previeron, concierne a Irán y Estados Unidos. Debido a la mayoría chií en Irán, el Estado islámico se admite como una amenaza importante para este país, lo que ha promovido la creación de milicias chiíes para enfrentarlo. A pesar del éxito militar en varios frentes, se reportaron abusos contra la población civil, especialmente suníes, así que la defensa se ve manchada por el revanchismo que como se ha visto durante el transcurso de la historia, suele terminar en la creación de grupos de reivindicación cuya arma de lucha es el terrorismo más atroz.

La impensable relación entre Estados Unidos e Irán (después de haber merecido su inclusión dentro del denominado eje del mal), adquirió un nuevo tinte ante la aparición de un potencial enemigo común, lo cual llevó a su normalización bajo el desarrollo de un programa nuclear, que no necesariamente se limita a su ejecución sino también, a estrategias militares de contención: “la lucha contra los ex oficiales iraquíes los ha acercado más que el número de centrifugadoras que funcionarán o no en suelo iraní” (Garduño, 2015).

Que Irán no reconozca a Israel como Estado, que sus relaciones bilaterales lleven más de 30 años de enfriamiento, que la bandera estadounidense no se ondee y en cambio, haya sido quemada en múltiples actos en el país persa, son hechos “superados” y por lo menos hasta el 20 de enero de 2017, ambos Gobiernos se unían con un solo fin pues los “aliados históricos de Washington como Arabia Saudita e Israel […] no pueden ayudar en este conflicto de manera tan eficiente como… Irán” (Garduño, 2015). Incluso, se preveía más de 20 años de relaciones armoniosas entre ambos Estados y se esperaba que su lucha conjunta acelerara la desarticulación del Estado Islámico, el encargado de unirlos, sin embargo la nueva coyuntura marcada por la presidencia de Donald Trump en los Estados Unidos, frena los avances con nuevas multas impuestas y discursos pronunciados desde el país del norte.

El quinto espacio que tiene lugar tras el paso del Estado islámico, es Jordania, quizá uno de los países más importantes en la región (después de Israel y Arabia Saudita), al procurar generar cierto equilibrio entre Estados Unidos y Rusia. Por ser miembro de la coalición contra el EI, bajo su mando se elaboran los listados de las formaciones armadas en Siria, que se deben reconocer como terroristas para excluirlas de cualquier proceso de negociación. Sus acciones no son altruistas, y por el contrario, una rápida estabilización en la zona que terminara en un cambio de régimen en Siria, “elimina al rival de Jordania para el dominio regional” (Katehon, 26 de febrero de 2016), y alivia sus cargas de refugiados que empiezan a hacer mella en su economía.

Ahora bien, una vez expuestas algunas de las situaciones del polvorín que dejó el Estado islámico, hay un par de puntos de obligatoria mención, porque de su tratamiento depende la dinámica del Medio Oriente en las próximas décadas. En efecto, el Estado islámico triunfó en la elaboración de su estrategia revolucionaria  (Walt, 2016), estableció un enemigo hostil, predicó como doctrina que la victoria inevitable de su ideal dependía del acompañamiento de sus seguidores y se adjudicó la creación de un modelo universalmente válido. ¡Gran error! Su propia ideología le limitaba el crecimiento.

Por esta razón, pasará de querer arrasar con los infieles e imponer la sharia en todo el mundo, a ser una sombra, un ejemplo negativo o positivo (según el actor que lo estudie), de una revolución que no se propagó. No se puede negar su acogida en Occidente –algo preocupante de hecho, aunque al parecer  la favorabilidad de los discursos extremistas está de moda por aquí–. Sin embargo, no le alcanzará para sostenerse en el tiempo, pues la gestión económica de su administración es mala e incapaz de proporcionar servicios con eficacia a la población (Corral, 2015), y no menos importante, alude al terrorismo, por lo cual continuará recibiendo una dura arremetida de los gobiernos, en  particular de Occidente.

Puesto que efectivamente se eliminará el Estado Islámico –para evitar interpretaciones incorrectas, esta afirmación no significa la victoria total sobre la violencia yihadista pues sus brazos armados se reconstituyen y reproducen con facilidad donde reina el caos y la ingobernabilidad–, hay que pensar en el pueblo kurdo que a diferencia del EI no es pasajero y seguirá permaneciendo en las zonas donde se ubica en la actualidad.

Tras su victoria, quedará un ambiente de satisfacción y gloria en toda la población kurda, lo cual fortalecerá su irredentismo, aunque hay alternativas para evitar llegar a ese punto. Sin embargo, solo retrasarán la creación del Kurdistán. Renovados y con la capacidad militar adquirida gracias a los enfrentamientos y la cooperación internacional, los kurdos podrían llegar a posicionar su ejército además de defensor de sus fronteras –previendo una guerra con las características de la árabe-israelí de 1948–, como una fuerza de seguridad contra Al Qaeda y otras células terroristas en la zona.

Si no hay una decisión contundente y/o un plan de acción determinante con respecto de la situación kurda, en el resto del siglo no se puede esperar ni pronosticar estabilidad, sino una agudización de las tensiones y fracturas entre fronteras, facciones, proyectos políticos y poblaciones, un escenario nada alentador. Quedaría un Medio Oriente afrontando una nueva ola de violencia y terror, cuyos protagonistas bien podrían ser los mismos kurdos, reclamando su soberanía sobre un territorio que por sus características es inestable políticamente o las demás organizaciones yihadistas que han pasado a segundo plano y que no son menos peligrosas ni violentas que el Estado Islámico. De hecho, comparten la intención de crear un Estado regido por leyes islámicas como por ejemplo: Khorasan, Al-nusra, Jaysh al–islam, Ahrar al-sham (Sáenz, 2014).

Finalmente sería pertinente esbozar algunas recomendaciones a los actores más importantes dentro de la dinámica coyuntural, los kurdos, los turcos y los estadounidenses:

A los kurdos: su capacidad militar y económica no son los únicos componentes que debe garantizar como Estado. También debe generar confianza en la zona, en las poblaciones aledañas. En la actualidad, hay 3.3 millones de iraquíes desplazados y más de un millón se encuentran distribuidos en los 21 campos ubicados en el Kurdistán iraquí (Núñez, 2016). Es el momento preciso para demostrar que puede convivir con diferentes culturas, religiones y naciones y evitar al máximo, luchas sectarias, limpiezas étnicas y desplazamientos de grupos no kurdos (Arteaga, 2008).

Un Kurdistán libre e independiente “incluso cultivando buenas relaciones con sus vecinos, no dejaría de ser motivo de inquietud regional” (Política Exterior, 10 de julio de 2014).

Su creación puede suscitar el surgimiento de nuevos grupos terroristas, ataques a la zona, sentimientos kurdófobos y guerras estatales –en el caso de que éste se cree por la fuerza–, lo cual puede traducirse en más vacíos de poder en algunas zonas. Para tal fin, no solo deberá estar preparado, sino hacerse de todos los mecanismos internacionales posibles para no caer en el terrorismo de Estado al cual su misma población fue sometida.

Debe mostrarse imparcial y contundente, condenando los ataques terroristas que puedan llegar a ser realizados por kurdos rebeldes o incluso el PKK y otros, si ante la hipotética creación de un Estado, siguen con sus prácticas desafiantes.

A Turquía: la mejor alternativa para sosegar un irredentismo extendido dentro de sus fronteras, es seguir en el camino del reconocimiento kurdo. Teniendo en cuenta el nuevo impulso kurdo por la coyuntura impuesta por el Estado islámico, que no es nada despreciable, si se tiene en cuenta que “tras desalojar a Daesh de una amplia franja de territorio fronterizo con Turquía… controlan hoy un territorio tres veces mayor que el Líbano” (Política Exterior, 21 de marzo de 2016), iniciar una lucha contra los kurdos, sería cruenta y desgastante.

Ahondar en la búsqueda de la paz como se había venido haciendo, otorgar mayor autonomía a los kurdos en su territorio, así como reconocerles derechos nacionales, culturales e históricos, sería muy bien visto ante los ojos de los países europeos y particularmente de la Comisión Europea que reiterativamente, ha criticado estos puntos al Gobierno turco (Arteaga, 2008). Fortalecer sus relaciones con el Kurdistán iraquí, y ante la inevitable creación de un Estado kurdo, llevar sus requerimientos a instancias internacionales, teniendo en cuenta que así no solo evitará guerras improductivas, sino que pondrá su población a salvo.

A los Estados Unidos: en este punto donde las relaciones entre el Medio Oriente y Estados Unidos vuelven a encontrarse, el plus será la política exterior del presidente Donald Trump quien en sus declaraciones, aun cuando promete “incrementar las fuerzas militares […] y […] la pronta destrucción del Estado Islámico” (Landler & Parker, 6 de mayo de 2016), así como estrechar lazos de amistad con aliados, adelanta una política xenófoba contra los nacionales de países como Siria, Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán y Yemen, desechando la diplomacia características de la era Obama y haciendo uso de viejas costumbres aislacionistas con un fuerte escepticismo frente a vínculos internacionales que pongan en riesgo la seguridad de su país.

Claramente esta administración no mantendrá el mismo perfil bajo que se intentó manejar en durante el gobierno de Barack Obama, por lo cual, la recomendación se encamina a una presencia estratégica estadounidense. Si bien como ya se expuso, se vaticina el fin del Estado Islámico, uno de los puntos clave es el tiempo que dure en escena, y estará ligado a fortalecer su discurso sobre la “hostilidad occidental” hacia el islam.

Incluso se podría afirmar que de las políticas de Trump depende, la fortaleza de la reafirmación del EI en su rol como defensor acérrimo de la comunidad musulmana y el avivamiento de la llama anti-americanista que fácilmente adhiere adeptos en todo el mundo.

 

Conclusiones

La retórica antiterrorista propiciada por Estados Unidos desde  2001, ha tenido sus mayores consecuencias en el Medio Oriente y en la forma cómo se percibe este espacio. Si bien es innegable la presencia de relevantes grupos terroristas, intervenciones como las de Irak con consecuencias tan devastadoras, sólo avivaron las llamas de un discurso antiamericano. La lucha contra el terrorismo debió considerar a los Estados directamente involucrados, de modo que formaran parte de la solución y no del problema, a fin de mitigar los efectos xenófobos en la opinión pública.

Por otra parte, la falta de legitimidad de los gobiernos de facto y los vacíos de poder que generan principalmente la xenofobia, además de motivar causas revanchistas, facilita la organización de grupos de insurgentes con reivindicaciones nacionalistas expresadas mediante el terrorismo. Sin embargo, ante su inminente amenaza, Occidente no solo debe proporcionar armamento sino que también debe ser garante del refuerzo de servicios básicos, pues en la práctica, son políticas que apuntan a un desarrollo integral  a largo plazo.

Si bien, el reconocimiento del Kurdistán ha sido un proceso que se ha visto entorpecido por las características del territorio que los kurdos reclaman como suyo, ante la coyuntura actual de guerra contra el Estado islámico, se reconoce que es una oportunidad excepcional para que los kurdos reclamen a la comunidad internacional por todos los años de olvido a los que han sido sometido, pues una vez superados los impases con el Estado Islámico o su desarticulación, los kurdos habrán aumentado su capacidad militar y su esfera de influencia, lo cual podría generar tensiones en la zona, si no se reconoce legalmente el Kurdistán o se concretan mejoras en las condiciones para su población en los mencionados Estados.

De no darse la creación de un Estado kurdo, los cuatro Estados (Turquía, Irán, Irak y Siria), se verían obligados a darle más reconocimiento a los kurdos, y otorgarles derechos civiles, políticos y culturales, no solo por su accionar frente al Estado islámico y su compromiso en la defensa de la zona, sino por la gran capacidad administrativa y gerencial evidenciada en Erbil, que da cuenta de su proyecto de Estado.

Por último, es preciso recalcar, que el proceso kurdo no es aislado pues tanto a las potencias europeas como a Estados Unidos, les podría llegar a convenir la creación del Estado kurdo para por una parte, reducir su dependencia de Rusia en cuanto a gas y reservas petroleras, y por la  otra, aumentar su esfera de influencia en la región; por otro lado, la presencia de los kurdos específicamente en la zona donde se ubica en Iraq y Siria, podría generar estabilidad e incluso, potencializar la inversión extranjera para la rápida recuperación de los Estados con fracturas internas.

 

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